XI
Cantaba acompañado de guitarra en aquel bello Teatro de Ciudad de México. Sonaba la música al volumen perfecto, ese nivel que te permite desconectar del ruido cotidiano y dejas distinguir cada sílaba de la letra. También la arquitectura acompañaba a la liberación mental. Mi deleite era doble: sonoro y visual. La experiencia era inmejorable, sólo cuestionable por el costo que supondría la renuncia de diversos cafés y dos libros de lectura placentera.
Ahora, ¿merecía la pena? Sí, cuando nada queda que perder de vital importancia más que dinero. Toda experiencia es rentable.
Suenan en este preciso momento los acordes de la siguiente canción, mi preferida. Sube al máximo mi sensación de confort. Pienso en ella, justo ahora. ¿Cómo estará?¿Tendrá frío?¿Quizás hambre?¿Hubiera disfrutado tanto de esto como yo? Y no encuentro una sola respuesta, a veces lo importante no son las preguntas, sino la atención en función a las respuestas.
Ilusión Pedagógica XI
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