Una mujer peligrosa: Belleza americana, notable filántropo, colaboradora nazi – La vida de Florence Gould
Por Susan Ronald. 400 páginas. St. Martin’s Press, 2018. 27,9 dólares
Las historias de guerra más interesantes se encuentran lejos del campo de batalla. La escritora Susan Ronald tiene un olfato para localizarlas. En su último libro corrió la cortina de una misteriosa figura en el corazón del saqueo de arte nazi en Europa. Ella eligió un tema igualmente intrigante para su último libro, Una mujer peligrosa: Belleza americana, destacada filántropa, colaboradora nazi – La vida de Florence Gould .
Es una historia rica en potencial. La bella y encantadora Florence y su rico marido financiero Frank Jay Gould eran nombres atrevidos de su época, que daban pábulo a las columnas de chismes mientras la pareja americana se codearon con los aristócratas europeos en las mesas de bacará, clubes nocturnos y bailes decadentes de la Francia de la preguerra. Frank proporcionó el dinero y Florencia las ambiciones sociales y artísticas.
Cuando los nazis ocupan París en 1940, la joven Florence, de 45 años, se apoya en su aspecto, su encanto y su flexible moral. “Por encima de todo, Florence estaba decidida a sobrevivir y prosperar a pesar de la ocupación, como lo había hecho toda su vida”, escribe Ronald. “Si eso significaba unirse a las legiones de mujeres que eligieron la collaboration horizontale -bedding Germans for a better life-ent then so be it. Y se acostó con ellos”.
Gould cultivó a altos funcionarios nazis, incluyendo a Helmut Knochen, comandante del Servicio de Seguridad de las SS en el París ocupado, y Carl Ludwig Vogel, que controlaba los mercados negros de la ciudad dirigidos por los nazis. Tenía su mano en las redes de prostitución al servicio de los oficiales nazis, impulsó su colección de arte con obras incautadas a los judíos, y regularmente alardeaba de la comida diaria y otras restricciones que la mayoría de los parisinos soportaban, alega Ronald. Mientras que gran parte de la ciudad estaba prácticamente hambrienta, Gould aún se entretenía abundantemente.
Lo que casi se convirtió en su perdición fue su participación en un complejo escándalo bancario centrado en los esfuerzos por ocultar la riqueza nazi mientras los aliados se acercaban. Después de la guerra, sus acciones serían examinadas, pero el nivel de su culpabilidad era cuestionable. También había pruebas de que había ayudado a la Resistencia incluso cuando se había acercado a los nazis. Al final, el Departamento de Justicia de los EE.UU. se negó a procesar.
Ronald condena con razón a Gould por su oportunismo y codicia. Está en terreno más inestable al argumentar que Gould era una mujer peligrosa que escapaba de la justicia. Ronald la pone en grueso, describiendo a Florencia como “felina”; “femme fatale”; “come-hombres”; “hechicera vaporosa”; y “leones…
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