Las biografías de Adolf Hitler siguen siendo una industria importante, pero los volúmenes exhaustivos son mejor reservados para los historiadores superestrellas. Este es el primer esfuerzo del galardonado documentalista Cory Taylor, y se limita sabiamente a los años hasta 1924, cuando Hitler alcanzó la prominencia nacional. El resultado es una historia viva y perspicaz de la política alemana posterior a la Primera Guerra Mundial, que fue sólo modestamente menos espantosa que la que siguió cuando el Führer tomó el poder.
Hitler se ganaba la vida como artista en Munich cuando estalló la guerra en 1914. Ya un feroz nacionalista alemán, se alistó rápidamente, sirviendo en una posición ligeramente peligrosa como corredor de un cuartel general de regimiento. Después del Armisticio regresó a Munich pero permaneció en el ejército, ya que necesitaba los ingresos.
En la agitación de 1918, los izquierdistas de Munich proclamaron una república socialista. Hasta que las fuerzas de la derecha la derrocaron en mayo de 1919, Hitler sirvió, aparentemente sin objeciones, en una unidad de apoyo a la república y luego continuó sirviendo al gobierno que la reemplazó. En julio los superiores lo asignaron a la inteligencia militar.
Enviado a investigar el Partido de los Trabajadores Alemanes, cuyo nombre ocultaba su diminuta membresía, Hitler se sintió atraído por sus puntos de vista militantes nacionalistas, anticomunistas y antisemitas y su desconfianza en el gobierno nacional. Se unió al partido (como su 55º miembro), y su deslumbrante oratoria llamó la atención. El número de miembros creció. En 1920 se convirtió en el Partido Obrero Nacional Socialista Alemán, y al año siguiente Hitler exigió el poder absoluto como su líder.
En 1922 era una celebridad local. Como abogaba por el derrocamiento violento del gobierno de Weimar, no era especialmente popular en el establecimiento de Munich, aunque tenía admiradores, incluyendo al jefe de policía. El Putsch de la cervecería de 1923 fue su idea, y aunque fracasó, el juicio posterior atrajo la atención nacional. Ayudado por un juez comprensivo, se hizo pasar por un héroe de guerra que luchaba contra un gobierno malvado para restaurar el respeto propio de Alemania. Aunque fue condenado, cumplió nueve meses en una cómoda prisión durante los cuales escribió su autobiografía y el tratado nazi, Mein Kampf , juró el derrocamiento violento y resolvió buscar el poder por medios democráticos. Como señala Taylor, eso fue algo obvio, ya que a mediados de la década de 1920 la economía alemana había mejorado y el gobierno de Weimar era razonablemente estable.
Todo esto es terreno bien trillado, y Taylor no es un historiador profesional, por lo que se basa en gran medida en fuentes secundarias (incluyendo el libro 2017 Becoming Hitler , de Thomas Weber). Dicho esto, escribe bien un…
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