La puesta en escena nos hace recordar los orígenes del cine, cuando las películas sólo podían ser sonoras con una acompañamiento en directo, un piano muchas veces y una orquesta en las ocasiones especiales, y ésta, desde luego, lo es.
E.T. conquista al espectador, y una gran la maestría técnica se esconde bajo su aparente sencillez. La música en directo, perfectamente sincronizada, subraya la fuerza de las imágenes, y dota de verdadera magia momentos tan memorables como las bicicletas en vuelo, o el emotivo final. Belleza, genio y emoción se unen para dar al público una experiencia estética fuera de lo común.