Me pasó lo que todo hombre más teme:
darse cuenta de lo que tenía,
cuando dejó de tenerlo.
Me pasó, y me pasó de la peor manera.
Hay veces en la vida donde las cosas nos son arrebatadas.
Es triste, entonces, cuando no valoramos,
y ya no hay chance para hacerlo.
Pero... hay algo peor.
Hay algo mucho peor.
Hay otras veces, otras malditas veces,
donde somos nosotros los que apartamos las cosas;
o, en mi caso, a las personas.
Cuánto duele cuando uno se percata de lo que ha desechado.
Y es que uno se siente como un tonto.
Como el peor de los tontos, realmente.
Porque, si tengo que ser sincero, no sé qué es más amargo:
si pensar en todas las cosas que ya no podré vivir con ella,
o pensar en todas esas cosas que sí viví, pero que menosprecié...
cosas que no valoré, que no disfruté como debía.
Me siento como un tonto. Un tonto que lo tuvo todo,
y que lo botó por nada. O, sí... lo botó por tonto.