Ausencia

En el fondo de su corazón el pensaba que ella no era real, que solo era esa aparición transparente y etérea, blanca como la nieve, con un mal genio terrible que se apareció un día en su ventana, o tal vez, solo era esa desconfianza anacrónica que reinaba en su corazón desde hacía un tiempo. Nunca tuvo suerte en el amor, o tuvo demasiada. La verdad era que en su corazón hacía tiempo anidaba la soledad, en forma de un cuervo de muchos años, que se había decolorado en el proceso del tiempo y ya no era negro, sino gris.
Él era de esos señores que necesitaba que le convencieran de cosas, que le dieran espacio y tiempo, que lo comprendieran, que no lo presionaran de más, ya que para presiones, existía la vida que el solito se había construido, y que no le dejaba espacio para más nada.
¿Y ella?... ella no sabía hacer nada de eso; convencer, dar espacio y tiempo, comprender... ella solo lograba "ser", en infinitivo, con su corazón lastimado, y sus historias a cuestas... con esa sonrisa intrigante, y aquellos ojos negros... que se emocionaban cuando el la llamaba hasta las lágrimas, y llenaba esos instantes mágicos, con su voz...
Un día, empezó a darse cuenta que la recordaba más de lo que le gustaría recordar a alguien real, que algunos detalles de ella, no se le escapaban nunca, que la vida que tan bien manejaba, comenzó a quedarse pequeña, por partes, como una camisa que se le encogen solo las mangas, o una corbata verde que amanece verde caña, y fue precisamente en ese tiempo que el viejo cuervo de su corazón se asustó muchísimo
Ella solía aparecer llena de sarcasmo divertido, en el móvil, en el chat, en el tren, daba igual, y el se preguntaba siempre ¡PORQUÉ ELLA TENÍA QUE SER ASÍ? El la hubiera preferido boba, sosa, aburrida, fea y con una verruga (de ser posible), pero no funcionó así.
? ¿Sabes que me afectas?...
? ¡A sí! ¿que soy? ? ¿la gripe ah1n1?
Un día se dio cuenta que ella estaba con él a lo largo de su día. En el metro, recordándole las ventajas de no conducir, (ni aparcar); en el gimnasio, diciéndole que no tenía panza (que mentirosa), pero que los ejercicios no estaban de más; a la hora de la comida, ayudándole a escoger los platos más saludables, que según ella deberían ser sopa y lechuga (solamente); y por las noches, en su cocina, reclamando las cucharas... aquellas que el no había visto como dormían, hasta que la conoció. Y por si eso fuera poco, estaban los palitos de revolver café del Starbuck... que conversación más extraña, igual de extraña que la niña aquella...
? ¿Cuántos cafés puedes revolver, con esos palitos del Starbuck? (son de mejor calidad)...
? No lo sé, varios supongo, podemos hacer una proyección... si quieres... (ella reía)
? A ver si entiendo, ¿Un señor como tú, va al Starbuck más cercano y se trae los palitos de café en el bolsillo de su elegante sobretodo? Jajajaj ? (esa risa)...
? Pues me gustan más que las cucharas...
? ¡Ya!
¡Ay!, ese viejo cuervo... ya sé, ya sé... durante esos minutos de conversaciones triviales, el cuervo se drogaba y perdía el sentido, y todo lo malo del día se esfumaba. Él se empeñaba en hacerla reír, y riendo con ella, reía también... le preocupaba su salud, a pesar de todo, le preocupaba que estuviera bien.
Ahora, haciendo memoria, no encuentra el punto donde la preocupación o la amistad se estiró como una liga, y los minutos compartidos con ella se multiplicaron por alguna absurda potencia dentro de su mundo de sentimientos vestidos de garabatos, llenando espacios olvidados... de ese corazón tan suyo, que ya no se enamoraba a su edad...
Ahora solo lo asfixia, aquella sensación sorda y deforme que se le acomodó justo al lado de su cuervo gris... esa, que prefiere no saber que es, pero que debe acomodarla cada noche de lado izquierdo para poder dormir, tratando de ignorarla, aunque en el fondo de su corazón, el conozca muy bien esa naturaleza... la ausencia de ella.

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