Para hacerlo no han necesitado de elementos fantásticos, todo se ha resumido en convertir a los diferentes personajes en enfermizos psicópatas. Poco creíble sea dicho, pero efectivo para asustar al espectador, que ha visto como los continuos giros de guión, lleno de traiciones y conspiraciones variadas, han desviado la atención del mensaje progresista que querían transmitir. En el lado artístico nos quedan las impresionantes y camaleónicas actuaciones de Sarah Paulson, y en mayor medida de Evan Peters, que ha brillado más que nunca interpretando en varios momentos a más de un personaje. A pesar de todo supone un descenso en originalidad y horror respecto a la magnífica temporada anterior, situándose en un punto de medio de calidad dentro del conjunto de la serie.
Mi puntuación: 6/10