Ahora que se acerca el Día del Padre (17 de junio), es un buen pretexto para recordar las experiencias más maravillosas que hemos compartido con nuestros papás.
Andar en bicicleta
El recuerdo más bello de mi infancia, es cuando mi papá me enseñó a andar en bici. Me caía a cada rato, pero él hacía que me levantara una y otra vez hasta lograrlo. Finalmente, logré hacerlo y hasta la fecha, me gusta mucho.
Aprender a manejar (o intentarlo)
Los papás son nuestros primeros maestros de manejo y los queremos con todo el corazón, pero ¡ah como gritan! Mi papá lleva años intentando enseñarme a manejar y no lo logramos. Aun así, la dinámica es entretenida y nos ha servido para poner a prueba nuestra paciencia.
Ir de campamento
Él me enseñó a ver el mundo con otros ojos. Cuando los fines de semana, mis hermanos y yo solo queríamos estar en la sala viendo televisión, mi papá llegaba para convencernos de tener una noche bajo las estrellas. Nos enseñó a armar una casa de campaña y a identificar las frutas venenosas.
Exaltarse con un deporte
Aunque hay mamás súper deportistas, no todas permiten que su emoción llegue al extremo de gritar groserías. En cambio, los papás se quitan la camisa, se la mientan al árbitro y hasta lloran si su favorito pierde. Si tu papá y tu son aficionados al mismo equipo, ya habrás comprobado que no hay nada mejor que ver una final en su compañía.
Tu primer trabajo
Claro que las mamás también trabajan, pero al menos en mi caso, fue mi papá quien me dio los primeros consejos cuando entré al mundo laboral. Recuerdo haber llegado cansadísima y de mal humor, pero él me tranquilizó. Después pensé, en todas las veces que él llegó exhausto de su jornada, pero jamás se rindió.