251

Últimamente solemos mirar con nostalgia no muchas décadas atrás, y recrearnos en el recuerdo de los pesados murmullos en la lejanía y la muchedumbre en las aceras con el relente de las claritas. Cuando se citaban más personas que grajos viendo la Madrugada. ¿Saben la diferencia? Que antes había fe. Y antes sabían lo que significaba la Madrugada del Viernes Santo. Hoy ya no lo sabemos. Hemos reducido la Semana Santa a unos colores y a un reloj, y hemos construido un monstruo tan grande que ya no lo dominamos. Más bien al revés. Estamos tiranizados por reglas que nos hemos impuesto nosotros mismos, por un llegar a tal hora a tal punto, que si falta dinero, que si vamos muy despacio, que si fulanito no ha venido, que si tengo que estar en tal sitio para cumplir con no sé quién. Y todo eso se va transmitiendo, claro. Y al final tanto cofrades como espectadores acabamos contagiados del mismo y ridículo atontamiento.

A la Madrugada no le hacen falta innovaciones, ni ideas brillantes, ni mucho menos cambios. Lo que hace falta, si acaso, es más Madrugada. Los que debemos de cambiar somos nosotros, tanto los que la disfrutamos como los que se quedan en casa.

Déjese de excusas absurdas y piense en lo que realmente significa todo esto. No me cuente milongas de que si una cofradía termina, que si la otra empieza, que si hay media hora muerta, que si los bares están cerrados? ¿Nos estamos volviendo idiotas o qué? La Madrugada no es una procesión, ni un paso, ni un horario. La Madrugada es de Viernes Santo, y es Santa también. En la Santa Madrugada y en la Resurrección termina y empieza toda nuestra razón de ser. El resto de los días, la Cuaresma, los otros once meses del año, solo son un camino para llegar hasta aquí. Si usted tiene sueño, piense en qué tormentos no estaría pasando Jesús a esa misma hora. Qué no estaría maldiciendo en su interior pidiendo que aquello terminase pronto. Puestos a sufrir, oiga, un par de torrijas y un café bien cargadito resucitan a cualquiera. Jesús no tuvo tal ocasión. Métase en la ducha y salga a la calle, si hace frío déjese el pijama debajo, pongase guantes aunque no vaya a procesionar. Venga en zapatillas si tiene los pies cansados. El lunes pídale al jefe baja por devoción. Lo que usted disponga. Pero por Dios, no me sea tan quejica. Está usted conmemorando el martirio de un hombre, sobre el que se supone que sustenta sus creencias. Dé ejemplo con el sacrificio, usted que se dice cofrade, si es que para usted fuera un sacrificio quedarse despierto y acudir a velar en Santiago en una noche tan hermosa.

Hay que recuperar el sentido de lo que estamos haciendo. Debemos recuperarlo primero nosotros, y después ser capaces de contárselo a la gente. El sentido de la Madrugada es que permanezcamos en vigilia durante una noche en que ocurrieron hechos horribles. Jesús esa noche no se fue a dormir la siesta ni a descansar un ratito. Tuvo tiempo de cenar, de ir a rezar, de ser detenido, apalizado, procesado en juicio, condenado sin defensa, insultado, humillado… muerto. Y también de ser negado por los suyos, que es la única parte de la historia que sí conmemoramos de verdad.

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