Tenías que ser tú. Capítulo 20.



No había pegado ojo. La cama se le había hecho pequeña. Toda la noche dando vueltas. Mal. No podía negárselo ni a nadie y, mucho menos, a él mismo. Se sentía mal. Mal no. Fatal. Culpable. Sí, también se sentía culpable. ¿Cómo no se iba a sentir así? Sabía que le había roto el corazón a Raquel. Raquel, Raquel, Raquel?lo siento, espero que algún día me puedas perdonar. Entiendas que lo he hecho por nuestro bien. Espero poder ser amigo tuyo. La imagen de Raquel lo había perseguido durante toda la noche.

Varias veces había estado a punto de dar marcha atrás. Varias veces había comenzado a marcar su número. No. No lo había hecho. No lo iba a hacer. Aquello le dolía. A él el primero pero sabía que era lo mejor.


Estiró la mano. Palpó sobre la cama en busca del móvil. No veía donde estaba. La habitación aún estaba a oscuras. No había subido las persianas y no tenía intención de hacerlo. No le apetecía ver el sol. Quería estar en la oscuridad de sus propios pensamientos.

Lo tenía. Había encontrado el móvil. Una vez más las dudas lo acechaban. Su corazón le dictaba que la llamara, que cogiera el primer avión y se plantara en su casa. Su cabeza le decía que no lo hiciera.

Buscó en la galería de fotos. Allí estaba. Aquella foto la había tomado apenas unos días atrás en aquella misma cama. Acarició el rostro de Raquel a través de la pantalla. ¿Por qué lo has hecho Roberto? ¿Cuándo has estado tú tan colgado por alguien como de Raquel?

Volvió a leer su último mensaje. Sólo cuatro palabras. Corto y preciso. Aquellas cuatro palabras le decían el estado de ánimo de Raquel. Era la primera vez que escuchaba, bueno leía, a Raquel decir un taco. Nunca antes había escuchado uno salir de su boca.

Roberto dio un brinco en la cama tirando el móvil. El sonido de la llamada entrante lo había asustado. Miró la pantalla. Era David. No le apetecía hablar pero varias habían sido sus llamadas desde ayer. Debía contestar si no seguiría llamándole o peor vendría a su casa. No le apetecía ver a nadie. Hoy no.

?Dime.

?¿Qué pasa? ¿Dónde has estado metido? Te estoy llamando desde ayer y no me hago contigo. Llegué a pensar que te había dado otro ataque de locura romántica de esa y te habías ido a Londres. ¿Te has ido? ¿Qué? ¿Qué has hecho qué? Pero?¿por qué? ¿Por  qué lo has hecho? Sí, sí ya sé lo que te he dicho miles de veces pero el enamorado eras tú y no yo. En un rato estoy ahí. No, no me digas que no te apetece. En media hora estoy ahí y no hay nada más que hablar.

Volvió a dejar el teléfono sobre la cama. Tendría que levantarse. No le apetecía pero no le quedaba más remedio. Si David decía que en media hora estaría allí así lo haría. No podía extrañarse él  en su lugar hubiese hecho lo  mismo.

Nada más abrir la persiana los rayos de sol se colaron en la habitación. Cerró los ojos. Tanta luz le molestaba. ¿Qué hora era? Aquella luz no era de primeras horas del día. Las doce. Eran las doce del mediodía. No había comido nada desde ayer pero tampoco tenía hambre.

Necesitaba una ducha. Su aspecto era deplorable. Las ojeras delataban que no había dormido en toda la noche. En realidad, llevaba una semana durmiendo apenas. Toda la semana había estado dándole vueltas al tema. Sí, no había sido un arrebato pasajero. No había sido un momento de locura. No. Llevaba toda la semana meditándolo. Nada más dejar a Raquel en el aeropuerto comenzó a darle vueltas a lo mismo.

La razón y el corazón habían estado luchando desde el lunes.  El corazón le rogaba seguir, continuar con aquella chica que lo  tenía completa y absolutamente hechizado. La razón le decía que no continuara, que parara ahora, que luego sería peor.

Debía afeitarse. Llevaba toda la semana sin hacerlo. Aquello comenzaba a ser algo más que una barba de tres días. Se lavó la cara. Necesitaba despejarse. El timbre le indicaba que David había llegado antes de lo previsto. Se dirigió a la puerta con desgana. No le apetecía hablar. Menos aún hablar de Raquel.

?Muy buenas, por decir algo?dijo David entrando y contemplando a su alicaído amigo. ?.Tú, ¿tú te has visto?

?David no estoy para charlas.

Roberto entró en la cocina seguido de cerca por David. Encendió la Nespresso. Necesitaba un café bien cargado.

?¿Quieres café?

?No, quiero que me cuentes qué coño ha pasado.

?Joder, David, no me apetece hablar de eso ahora.

?Eso a mí me la trae floja, ¿tú te has visto? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lo habéis dejado? No lo entiendo la semana pasada erais la pareja perfecta. Venga, la típica parejita de anuncio. De anuncio pasteloso. ¿Qué ha pasado para que lo hayáis dejado?

?He sido yo. Ha sido cosa mía.

?Pero ¿por qué?

?¿No decías que esto no iba a tener buen fin? Pues, ya está. Tenías razón. Toda la razón del mundo.

?Pero ¿qué coño dices, Roberto? ¿Esto lo has hecho por un comentario mío?

?No, lo he hecho porque tenía que hacerlo. Nuestra relación no iba a ir a ninguna parte. ¿Qué futuro nos esperaba? ¿Siempre viajando de una ciudad a otra? ¿No quieres café entonces? ?volvió a preguntarle a David mientras revolvía el suyo.

?No.

Roberto probó el café. Estaba caliente. David lo observaba mientras soplaba el café. No reconocía a su amigo en aquel guiñapo que tenía frente a él. Roberto dio un nuevo sorbo al café. Nada más hacerlo tuvo que dejar la taza sobre la mesa y salir corriendo. Tenías unas arcadas horribles. Las ganas de vomitar lo estaban matando.

****  

Rojo. Ese era el color de sus ojos. Estaban rojos por el llanto y el no dormir. Tras varias horas llorando desconsoladamente la rabia se había apoderado de ella. No entendía nada. No comprendía a Roberto. Si de algo estaba totalmente segura era que su sentimiento era recíproco. Ella no era la única que se sentía bien junto a Roberto. Sabía perfectamente que él sentía lo mismo cuando estaba con ella. ¿Qué había pasado con lo que había entre ellos? ¿Qué había pasado para que Roberto diera aquel cambio a su relación? No lo entendía. La situación escapaba de su total comprensión.

Había pasado toda la noche frente al ordenador. Su llanto y su rabia habían dado paso a una imperiosa necesidad de escribir. Necesitaba tener su mente ocupada. Una buena suma de páginas era la consecuencia de su noche en vela. La novela comenzaba a tener forma. Sí, ya estaba bastante adelantada. Un par de noches de trabajo como aquella y la terminaría mucho antes de lo previsto.

Guardó todo lo escrito. No quería perder ni una sola coma de su trabajo. Un ligero cosquilleo en la pierna derecha le empezaba a indicar que debía levantarse. Se levantó con cuidado. No podía apoyar la pierna derecha. Caminó con cuidado hasta que la pierna empezó a obedecerle.

Vio su reflejo en el ventanal del salón. Llevaba la misma ropa desde el día anterior. Necesitaba una ducha. Refrescar su cuerpo y su mente. Se quitó la ropa. Abrió el agua y la dejó correr para que alcanzara la temperatura idónea.

Era la primera vez en horas que se sentía medio bien. Era una auténtica delicia sentir el agua caer sobre su cuerpo. Se lavó el pelo a consciencia, como si hiciera meses que no  lo hiciera, y hacía poco más de veinticuatro horas que lo había hecho. Frotaba con saña su cabeza hasta el  punto de hacerse daño.

¿Qué haces Raquel? ¿Te has vuelto loca? ¿Vas a hacerte un agujero en el cráneo? El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. ¿Y ahora quién viene? El corazón le dio un vuelco. Roberto, es Roberto arrepentido de su decisión. Se aclaró el pelo. Se envolvió en una toalla y salió corriendo pero con cuidado de no caerse. A su paso iba dejando un rastro de agua en su camino. No. No era Roberto. Decepción. Era un sonriente Fran. Fran notó su cara de decepción nada más abrir la puerta.

?Hola, siento haberte sacado de la ducha.

?No pasa nada. ¿Ha ocurrido algo?

?No, venía a ver cómo estabas de tu cabeza.

?¿Mi cabeza?

?Sí, ayer Valerie comentó que tenías migraña y como Roberto me pidió que te cuidara.

?¿Qué?

?Migraña, ¿no tenías migraña?

?No, sí. No, no hablo de eso. ¿Cuándo te ha pedido Roberto que me cuidaras?

?El lunes en el aeropuerto.

?¿El lunes? ¡Será cretino!

Fran no entendía nada. No sabía si preguntar, marcharse o quedarse. Seguían de pie junto a la puerta.

?¿Estás bien? ?preguntó preocupado.

?Sí. No. ¿A quién quiero mentir? No lo estoy.

?¿Sigues con migraña?

?No, no es eso.

Raquel se dio cuenta que seguían en la puerta y ella sólo llevaba una toalla al ver la cara de su vecino al subir a su casa.

?Fran, será mejor que pases. Siéntate. Ahora vengo. Voy a terminar de ducharme y vestirme. Vengo enseguida.

?Vale. Tarda lo que sea necesario. No tengo prisa.

Raquel volvió a la ducha dejando a Fran esperándola en el salón. Fran le daba vueltas a la cabeza intentando adivinar qué había pasado para encontrar en aquel estado a Raquel. Tiene pinta de no haber dormido en toda la noche. ¿Ha sido cosa mía o ha llamado cretino a Roberto? ¿Se habrán enfadado? No, lo dudo. El lunes en el aeropuerto estaban muy acaramelados. No, imposible que hayan terminado con la relación aunque ahora que lo pienso ¿por qué me pidió Roberto que la cuidara? ¿Estaría él pensando en dar por finalizada la relación? No lo entiendo.

Raquel salió del cuarto de baño envuelta en su albornoz. Fran le sonrió nada más verla. Tenía mejor cara tras la ducha pero mostraba cansancio, falta de sueño.

?¿Quieres hablar?

?No, la verdad es que no.

?¿Estás bien?

?¿La verdad?

?No esperaba otra cosa.

?No, no lo estoy. No puedo engañar a nadie con este careto que tengo.

?¿Has desayunado?

?No pero no me apetece.

?¿Cenaste anoche?

?No. No me entra bocado.

?Mal, muy mal. No puedo permitir que estés sin comer. ¿Me das permiso para meterme en tu cocina?

Roberto ya se había levantado y se dirigía a la pequeña cocina.

?Si te digo que no vas a pasar de mí.

Roberto regresó a su lado. Tomó su cara entre sus manos.

?Eso nunca. Nunca pasaría de ti.

Le acarició las mejillas. Raquel se derrumbó. No podía más. Las lágrimas volvieron a sus ojos. Fran la estrechó entre sus brazos. Sus sentimientos se habían quedado aparcados. Ahora sólo pensaba en reconfortarla. Necesitaba saber qué había pasado.

?¿Me vas a contar qué ha pasado?

?Roberto y  yo?gimoteó Raquel?. Roberto ha decidido que lo nuestro no va a ninguna parte. Ayer me llamó y??su voz temblaba. No podía hablar. Sólo llorar.

?Tranquila. Ya verás que todo se arregla.

Seguían abrazados. Fran reposaba su barbilla sobre la húmeda cabeza de Raquel mientras le acariciaba el pelo.

?¿Cómo Fran? ¿Cómo se va a arreglar?

?No lo sé pero ya lo verás.

?No, Fran. Esto no tiene arreglo porque lo peor de todo es que sé que Roberto tiene toda la razón??se calló unos segundos. ?lo nuestro no iba a ninguna parte.

?Llora lo que tengas que llorar. Es malo guardarse esas lágrimas dentro. ?volvió a tomar su cara entre sus manos. ?. Y ahora señorita, se sienta tranquila mientras preparo algo de comer o ¿prefieres salir a comer?

?No, prefiero quedarme en casa pero ya la preparo yo.

?No, tú te sientas y yo cotilleo en tu nevera y preparo algo. Muy bien, he conseguido arrancarte una sonrisa.

?Eres encantador.

?Gracias. Hala, no me entretengas más o terminaré aprovechándome de tu vulnerabilidad.

?No lo creo. Tú no eres así.

?No.

Fran cotilleaba la nevera y los armaritos de la cocina. Tras comprobar la despensa de Raquel optó por hacer unos tallarines con setas. Raquel lo observaba andando en la cocina. ¿Por qué te diría Roberto que me cuidaras? Él conoce tus sentimientos, eso era encaminarte hacia mí. Meterme en la boca del lobo. ¿Estaba pensando en dejarme desde antes de venirme de vuelta?

?Roberto, perdón, Fran?rectificó Raquel?.Voy a vestirme. Vuelvo en un minuto.

?Siéntete como si estuvieras en tu casa. ?dijo con un guiño.

?Gracias?sinceramente contestó acercándose a él para dejarle un beso en las mejillas.

****  

?Vaya, ¿daba una fiesta en casa y no me había enterado?

Roberto estaba sorprendido. Al entrar en la cocina se había encontrado a David y a su hermana charlando animadamente. No la había oído llegar.

?No, te he llamado varias veces y no te has dignado en responder como venía a casa de Mapi aproveché para pasar y David me estaba poniendo al día. ¿Me puedes explicar por qué lo has hecho? ?preguntó acercándose a su hermano para darle un abrazo y un par de besos. ?Roberto, ¿por qué? Nunca te había visto como con Raquel.

?Sofía, no, por favor. Lo hecho hecho está. Tenía que hacerlo. Debía hacerlo. Esta relación terminaría haciéndonos daño así que preferible joderlo desde ya.

?No te entiendo, de verdad. No entiendo a los hombres. ¿Y cómo está ella? Pobrecita, sola en Londres.

?No está sola?bramó Roberto?. No le apetecía hablar de Raquel. Estaba bastante jodido con su decisión y seguir hablando de ella lo hundía más.

?Eh, ¡no te cabrees conmigo!

?Perdona, Sofía, lo siento.

?Nada, perdonado pero no te entiendo. Tú sabrás lo que has hecho y por qué. Si me necesitas sabes dónde estoy. Chicos, ahora os dejo que Mapi me espera. David, me ha encantado haberte vuelto a ver. ¿Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos?

?Un año seguro?afirmó tajante David.

?Espero que no tardemos tanto en volver a vernos. Llámame y mantenme informada del capullo de mi hermano. Sé que él no lo hará.

?Te llamo. No lo dudes.

Roberto acudía en silencio a la conversación. ¿Qué pasaba entre David y su hermana? Notaba cierta química entre ellos. Sonrió.

?Hala, pero si nos ha regalado una sonrisa. Así me gusta, hermanito. Venga, me voy pero te dejo en buenas manos.

Roberto asistió divertido y divertido a la despedida entre su hermana y David. Un par de besos en las mejillas mientras sus dedos jugaban con los del otro. ¿Qué pasaba entre ellos? ¿Qué se había perdido mientras estaba en la ducha?

?¿Qué ha sido eso?

?¿El qué? ?preguntó David con una sonrisa en los labios.

?¿Te gusta Sofía? ¡Te gusta mi hermana! ¿Desde cuándo?

?¿Qué? No, no, no. No estamos aquí para hablar de mí. Hala, ¿estás preparado? Nos vamos a comer.

?No me apetece salir.

?A mí eso me da igual. Tú te vienes conmigo y no hay nada más que hablar.

?Vale, pero tendrás que aclararme ciertas dudas.

?¿Existenciales?

?Más bien terrenales.

****   

Ni fregar le había permitido. Fran la obligó a sentarse en el sofá mientras él recogía los platos de la comida y preparaba té. Nada más terminar se sentó junto a Raquel en el sillón.

?Me gusta tu casa.

?Ja ja ja, llamarla casa es decir mucho pero gracias. A mí también me gusta.

?Entonces, ¿es de Valerie?

?Sí, sus papis están forrados, ja ja ja. A mí me ha venido de perlas.

?Imagino, está muy bien situado?comentó Fran con una sonrisa?, a menos de dos minutos de mi  casa.

?Sí. Gracias, Fran.

?No tienes que darlas, ¿para esto sirven los amigos, no?

?Sí pero gracias de todos modos.

?¿Una peli?

?Vale.

Raquel sonrió. Fran se había adueñado del mando de la televisión, como de su casa. La cuidaba como si ella fuera la invitada en su propia casa. Estaba agradecida. Se sentía bien a su lado a pesar de no quitarse a Roberto de la cabeza.

?Me gusta esta película, ¿te apetece?

?Me parece bien?contestó Raquel mientras se acomodaba en el sofá.

Los ojos le pesaban. El cansancio le estaba llegando de golpe. Cada vez parpadeaba más y más. Sin ser plenamente consciente de lo que hacía se acurrucó junto a Fran. Fran notaba que el corazón se le aceleraba al notar la cabeza de Raquel apoyada sobre su hombro le pasó un brazo por encima para que estuviera más cómoda. No vio ni los créditos iniciales de la película. Sus ojos se cerraron cayendo en un profundo y necesario sueño.

Debía haber sido un sueño. Se sentía flotando. Allí tumbada, acurrucada en sus brazos mientras sentía sus manos acariciarle el pelo. Sí, debí estar soñando, pensó Raquel incorporándose para poder besarlo. Fran no se lo podía creer. No salía de su asombro. No pudo evitarlo y se dejó llevar por aquel beso. Fran, así no. No debes aprovecharte de este momento. No seas gilipollas, Fran, precisamente debes aprovechar ahora.

Raquel abrió los ojos dándose cuenta que estaba besando a Fran. No, no era Roberto. No había sido un sueño. Acababa de besar a Fran.

?Perdona, lo siento. No debí?no sé qué me ha pasado. Estaba medio dormida.

?No, perdóname tú. No debí dejarte pero no pasa nada. No voy a negar que me ha gustado. ?aclaró acariciándole las sonrojadas mejillas. ?¿Has descansado?

?¿He dormido mucho rato?

?Uhm, no. Nada, apenas dos películas, ja ja ja. Unas cuatro horitas.

?¿Cuatro horas? ¡Mi madre! Te he acaparado todo el día, perdona.

?No me has acaparado, he venido voluntariamente. ¿Te encuentras mejor?

?Más descansada.

?Me alegro. Algo es algo.

?Sí, supongo.

?¿Te apetece salir un rato? Te vendría bien tomar un poco de aire fresco.

?¿Por qué eres tan encantador conmigo?

?¿No lo sabes? ¿Aún te lo tendré que decir? Creía que lo sabía todo dios hasta Ro?

?Puedes decir su nombre, no pasa nada. Y sí, vamos a tomar el aire. Necesito salir. Me arreglo rápidamente.

?Vale?contestó mientras Raquel se levantaba. ?Raquel?la llamó.

?Dime.

?Puedes besarme cuando te apetezca.

?Ja ja ja, lo tendré en cuenta.

Elva Marmed


Tres no son multitud

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