Reflexión; lluvia de verano.

Jueves reflexivo; llovizna.

Hola a todos y muy bienvenidos, ¿qué tal va la semana? La mía ha estado muy liada pero ya ayer fue un día mucho más tranquilo y ya veo la paz asomando, jejeje.

Hoy vengo con el post improvisado, lo hago con mi gato haciéndome compañía y mirándome adorable, es que no puedo quererle más.

Y pidiendo perdón de ante mano por la poca calidad o las faltas, sin más rollo empezamos.

Como ya he dicho muchas veces llevo casi tres años con esta sección y a veces me faltan las ideas, pero no quiero dejarla porque en realidad es mi momento de paz y desconexión, y disfruto mucho escribiendo.

Y se me ha ocurrido hablar un poco de esa otra cosa que me gusta del verano y que tenemos bastante en el norte; la lluvia.

Entendedme, me gusta el verano con sol, mis mejores recuerdos los pintan los días largos, el buen tiempo, las noches eternas en la calle viendo luciérnagas o con mis padres contando historias chulas, las risas...pero la lluvia tiene algo mágico que me encanta.

La lluvia en verano es una especie de paréntesis, llega entre días azules, es una chispa que aparece entre días de playa y merendero para romper en cierto modo la monotonía aunque en verano nunca la hay, pero es un kitkat que mola.
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Me encantan los días grises, con el mar rugiendo.

Cuando era pequeña, tras muchos días haciendo todo tipo de actividades; playa, comidas y juegos bajo los manzanos en la finca familiar, rutas de montaña, picnics...llegaba un día de lluvia y era genial.

Mi hermana y yo nos asomábamos a la ventana para ver esos goterones caer. Las ventanas del salón y de la cocina daban para un inmenso prado(que con el tiempo se convirtió en un parque y en tristes pisos) y nos encantaba sentir como caía el agua sobre la hierba.

Y las otras ventanas daban para un parque que además tenía bares y una heladería con terrazas, y siempre me ha gustado ver las terrazas los días de lluvia; me encanta observar las sillas colocadas contra la mesa para que el agua resbale, esas sillas metálicas de los ochenta que eran sinónimo de verano, y el agua acumulándose en los toldos de los bares.

Los columpios pintados de azul brillaban desde mi ventana y era un paisaje extraño, podríamos decir que triste y desolador, pero a mí me gustaba disfrutar de momentos así de vez en cuando.
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Los días grises me inspiran para pasear.

En una de mis series de referencia de la infancia, Verano azul, tres de los capítulos más tristes los asocian a días de lluvia, el de "El Mago", no sé si lo recordáis, que a mí de pequeña me creaba mucha angustia, el de "La sonrisa del arco iris" que es cuando Julia cuenta su historia y yo me volví a traumatizar y el de "El final del verano", traumatizada ya de mano por la muerte ocurrida en el capítulo anterior(y que traumatizó a España entera) cuando Julia pasea por el pueblo con mal tiempo, no llueve pero el día está gris y cubierto de nubes...y todas esas imágenes bañadas por la lluvia transmiten tristeza.

En mi caso, la lluvia no me transmitía nada así, los días anteriores habían sido geniales y esos momentos de lluvia también lo eran, merendábamos algo rico mientras veíamos llover, y cuando amainaba, porque en verano siempre llega la calma, salíamos con nuestros padres a dar un paseo.

Nada más salir a la calle me embargaba una extraña felicidad, el sol brillaba tímido y me encantaba mirar para arriba para ver ese cielo recién lavado.

Si íbamos por zonas de asfalto olía de esa forma tan característica que no sé describir pero que seguro que todos conocéis, olor a lluvia de verano, y si nos íbamos por caminos de tierra olía de nuevo a verano, pero a verano más de campo.

Normalmente esos días nos íbamos a dar un paseo a un parque enorme del que tengo que hablar algún día, porque os he hablado de parques aquí, aquí, aquí y aquí y he omitido este, que además está muy relacionado con mi familia. Y el prado y los matorrales relucían, y las flores estaban llenas de gotitas diminutas que se irisaban al recibir la luz del sol. Si ya estábamos en agosto las moras aparecían negras y limpias y si la lluvia nos visitaba en julio las también estaban relucientes relucientes pero coloradas.

Y tras la lluvia todo volvía a ser mágico, como solo lo son los veranos en la niñez.
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En realidad me gustan todos los días, en especial cuando se despiden.

A día de hoy me sigue gustando que llueva algún día de verano, no siempre, sin abusar, pero me encanta ver caer esas gotas enormes y aspirar profundamente para sentir el olor del asfalto mojado o el de los caminos polvorientos que se refrescan con la lluvia.

Me gusta caminar por los prados en sandalias y sentir el frío y la humedad en mis pies, la lluvia me llena de vida.

Como siempre empiezo a atascarme y no sé como seguir, supongo que estar muerta de sueño ayuda, jejeje. Muchísimas gracias a todos por leerme y nos vemos el sábado con el repaso semanal.

Y a vosotros;¿os gusta la lluvia en verano?¿veíais Verano azul?¿Recordáis esos capítulos?

¿Os traumatizó la muerte de Chanquete?

A mí me ha entrado mono y hoy mismo veré alguno en la web, a ver si lío a mi madre(que mi hermana trabaja y si me oye se muere de envidia, jejeje) y empezamos, o ponemos nuestros preferidos, que coincidimos en dos o tres.

¡¡¡¡Hasta el sábado!!!!!

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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