Mi alma, por haber tenido que vivir en Siena, será triste para siempre. Llora aunque yo haya olvidado las plazas donde el sol es peor que el agua dentro del pozo y donde nos atormentan hasta la desesperación.
¡Ah, mis escalofríos al temblor blanco de los olivos! Y cuando me quedaba quieto hasta más de una hora sin saber por qué al volver una calle, y la gente pasaba por mi lado y me parecía que ni la veía.
¡Ciudad, donde mi alma pedía limosna, pero no a la gente! ¡Ciudad, cuyo cielo me parecía sangre!
Desde la hacienda, mis viñas descendían hasta una de sus calles, y el alma de la que será para siempre mi novia me hacía compañía en el silencio enloquecedor; alguna de mis palabras, que escribía deprisa, había sido mi alivio durante más de una larga semana.http://elpoemadelhombremuerto.blogspot.com/feeds/posts/default?alt=rss