El problema es que se da por hecho que el chico no tiene esas teclas/taras mentales. El chico es fuerte, seguro de si mismo, defiende ante cacos y villanos, te abraza con ganas y te olvidas hasta de cómo te llamas. Un chico no es inseguro. No se planta frente al espejo y siente dudas. No teme perder la hermosura. No teme ganar una talla por si su mujer se va con otro más flaco. No tiene la regla y todas las neuras y cambios de humor que conlleva. No necesita bajar a por Nocilla ni chutarse ibuprofeno para que los ovarios o la cabeza no le estallen. Al chico nadie le dirá que vaya a la peluquería a que le hagan un cambio, que funda la VISA y que se compre un modelito de esos que quitan el aliento y un conjuntito sexy para acabar de cazar bien al macho y retenerlo por siempre jamás. Al chico nadie le dice eso. Él puede con todo. Él no necesita de esas artimañas. Hombre ya.
Pero yo creo que no. Yo creo que las bases están confundidas. Que el suelo sobre el que se asientan nuestras creencias está más desfasado que esos cutres anuncios que nos invaden. Yo creo que el quererse no entiende de sexos. Que todos necesitamos un abrigo cuando nos entra frío, un vaso de agua cuando nos faltan las fuerzas de llegar hasta el grifo nosotros solos y una palabra de ánimo que nos susurre al oído: quiérete, quiérete tú también. Pero a todos. No solo a nosotras.
Porque igual te hace más falta a ti que a nosotras. Tal vez.
Solo cuando lleguemos a entender que aunque unos sean de Marte y otras de Venus, todos estamos hechos de la misma pasta y sentimos los mismos miedos, podrán cambiar las cosas. Solo cuando dejemos de dividirnos en héroes y princesas. Solo cuando dejemos de dar por hecho lo más falso que se ha dado por hecho jamás: que uno de los dos sexos es débil y —qué casualidad— tenía que ser el nuestro. Patrañas. Patrañas desfasadas. Patrañas sin sentido. Acabemos con tanta patraña, porque ya huele. Confío en que el mundo se vista de rosa sin que nadie lo sienta como amenaza. Que el feminismo no provoque sarpullidos. Que todo cambie.
Porque esto no va de guerras. Ni de fuertes ni de flojos. Ni de tutús ni pelotas de fútbol. Esto va de igualdad. De dejar de dar por hecho que unas necesitan quererse más y otros menos. De dejar de crear esas diferencias que acaban llevando a la mierda en la que estamos metidos y de la que confío que algún día salgamos.
Porque este es un problema de todos. El querernos más a nosotros mismos y entre nosotros.
Porque la responsabilidad social no entiende de sexos. Y la autoestima, tampoco.
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