La única persona a la que no debes hacer daño es a la que está frente al espejo



Este artículo está dedicado a mi amiga Maybell, quien me pidió que tocáramos este tema (May, después viene el de los temas paranormales, paciencia). También está dedicado a todas aquellas personas (incluyéndome) que a veces, por consideración con los demás, termina metida en situaciones incómodas por pasarse de “buena gente”.

Como siempre, aclaro que no soy psicóloga, socióloga, ni nada parecido, simplemente soy una persona con bastantes años encima y que le gusta indagar, ver los diferentes puntos de vista en cada situación y encontrar las soluciones más sencillas para cada caso. Si te sientes identificado con algunas cosas que escribo, no es con la intensión de que te sientas mal, reitero que la idea es que veas si mis consejos te sirven.

Ahora si, entremos en materia.

¿Cuántas veces no nos ha pasado que terminamos haciendo cosas que no queríamos solo por complacer a otra persona? ¿Cuántas veces nos reprimimos de decir que no, o no contestar como deberíamos para no herir a alguien que obviamente si lo está haciendo? Veamos algunos ejemplos

Estas en la oficina, full de trabajo y uno de tus compañeros te pide que contestes su teléfono mientras él va al baño. Es una situación normal que nos pasa a todos. Haces el favor en varias oportunidades. Un día te das cuenta que sus idas al baño, que duran bastante tiempo, es porque se va a tomar café con otros compañeros, o se queda en la oficina de alguno de ellos conversando.

Primera reacción: te molestas, te parece un soberano abuso. ¿Cuál sería tu reacción real? ¿Decirle “te hago el favor si realmente vas al baño, pero si vas a socializar no lo voy a atender”? ¿Cuantos de nosotros respondería así? Pues muchos no lo harían por diferentes motivos, que si para conservar el buen ambiente de trabajo, que si para evitar conflictos, que si para que no termine convirtiéndose en tu enemigo y tengas problemas en el futuro con él, o que si quizás algún día necesites un favor y él no te lo va a hacer.

Lo ideal sería entonces ponerle algo de “diplomacia” a la respuesta y que la próxima vez que te diga “voy al baño” le respondas “estoy full de trabajo y tengo que sacar unas copias, date prisa”. Con eso le estas poniendo limite al favor y le estas recordando que tú también tienes trabajo. Si ves que no fue al baño y lo encuentras parloteando, te acercas, le dices “voy a sacar copias” y listo, con eso el sabe que no vas a estar cubriéndolo y tendrá que ir a hacer su trabajo.

Hay personas que abusan de la confianza porque nadie les ha marcado los límites desde un principio. Pero… ¿Qué pasa si no dices nada? Pues te empiezas a llenar de rabia y empiezan a pasarte muchas cosas por la mente tales como: “voy a dejar que el teléfono se reviente repicando porque no lo voy a contestar” “a mí no me pagan por hacer su trabajo” “que descarado e


s! Ahí está, muerto de la risa hablando mientras yo estoy ¡haciéndole el trabajo!” “menos mal que solo iba un momentito al baño” “quien se cree que es?, es un abusador” etc, etc, etc. Después la queja termina llegándole a tu mejor amigo o familiar donde le cuentas lo que esa persona abusadora está haciendo contigo y la respuesta de alguien que está viendo la situación desde afuera es “¿porque no le dices la próxima vez que no?” Y…. (inserte aquí sonido de grillos en una noche silenciosa), o sea… no dices nada o tú mismo terminas poniendo excusas como las que mencioné antes, que si la convivencia laboral, que si “la va a agarrar conmigo”, etc.

Entonces, antes de que pierdas el sueño o te salga una úlcera por alguien que ni tiene la menor idea de tu molestia busca la manera de enfrentar la situación y cortar el abuso desde el mismo momento en que te des cuenta. ¿No eres bueno con las palabras y no sabes cómo decir las cosas para no crear conflictos? Pide consejo, tus amigos o familia te dirán sus posibles respuestas ante esa situación y elige la que te parezca más apropiada. Desde ya te digo: MANTEN TU MENTE ABIERTA Y NO PRESUMAS NADA Porque en ocasiones nos están dando las soluciones y nos imaginamos posibles respuestas que distan de la realidad y hasta ponemos excusas diciendo “eso no servirá, me contestará de equis manera” y nos auto saboteamos.

Tengo una amiga que es de estas personas que ayuda a todo el mundo y a veces, en ese proceso, se olvida que hay personas que abusan y con el tiempo, tuvo que darse cuenta que a la única persona a la que debe querer y no fallarle nunca es a esa que tiene frente al espejo, o sea… ella misma. Y aunque las personas no abusen, en ocasiones, las cosas que algunas personas creen que es lo correcto que hagas, realmente no lo es y por “consideración” a ellos terminas envuelta en una situación desagradable que solo te produce dolores de cabeza. Uno de los ejemplos es cuando ella trabajó en un banco en la época de la crisis financiera de Venezuela, en el año 94, donde casi el 60% del sector bancario fue clausurado. Bancos como el Banco Latino, Banco Consolidado, Banco Italo Venezolano y Banco de Venezuela, entre otros, quedaron sin liquidez por malversación, fraudes, prácticas bancarias irregulares, falsos rumores de cierre (lo que asustó a los clientes quienes en masa sacaron su dinero de la institución), etc, lo que llevó a que estos bancos fueran cerrados e intervenidos por Fogade (Fondo de Protección Social de los Depósitos Bancarios).

Mi amiga trabajaba en aquel momento con uno de los vicepresidentes de uno de estos bancos. El jefe de Ana (nombre ficticio, por supuesto) era un hombre de mucho dinero y, a pesar de lo que estaba pasando, él no estaba dentro de las investigaciones pues sus cuentas estaban bastante transparentes. Mientras pasaba la investigación y las autoridades competentes tomaban control del banco con todos sus empleados y activos, pasó más o menos un año. En ese tiempo los sueldos de los empleados estaban congelados (mientras la inflación y el sueldo mínimo aumentaba considerablemente), lo que dejó a Ana con un sueldo totalmente devaluado y con promesas de un aumento próximo, retroactivos, etc. Ante esta situación, Ana habló con su jefe, exponiéndole que ella prefería buscar trabajo en otra parte y la respuesta del jefe fue que esperara a que la situación se normalizara, que no pensara en “el cochino dinero” que no lo dejara a la deriva, que una empleada como ella era muy importante, que el nuevo salario vendría pronto, que él la apreciaba muchísimo, que juntos formaban un excelente equipo de trabajo, etc.

Ana continuó en ese trabajo por un par de meses más sin que nada cambiara. Su jefe ya había negociado su liquidación (muy jugosa, por cierto) y había dejado de ser empleado, sin embargo, debido al proceso de transición, el continuaba yendo a la oficina para poner al día al que sería el nuevo jefe de Ana. Yo escuchaba a mi amiga todos los días comentándome que estaba molesta en ese lugar, que se quería ir, que el sueldo no le alcanzaba, pero ella le había hecho una promesa a su jefe porque era un señor mayor y le había pedido que no lo dejara. Pasó mucho tiempo y cuando por fin se plantearon las nuevas condiciones Ana se dio cuenta que el sueldo que le iban a dar estaba muy por debajo a lo que su cargo merecía. Se armó de valor y habló con su jefe diciéndole que eso no le convenía y que pondría la renuncia. El jefe le insistía que se quedara, que no todo era un sueldo, que pensara en los beneficios, que aceptara esa propuesta y “con el tiempo” eso iba a mejorar. Y mientras, el señor estaba más que ido, cobrando por su asesoría y disfrutando lo que le habían dado de liquidación.



Y no es que yo estuviera cansada de escuchar a mi amiga quejarse, estaba molesta porque ella no terminaba de darse cuenta que ese señor tenía una vida aparte, en condiciones muy diferentes a las de ella. Ana se justificaba diciendo “es que me da dolor decirle que me voy, es como si le fallara, es que él es un señor muy mayor”. Mi respuesta fue “siiiii y se va a morir algún día, con o sin tu renuncia!!!. Ana, ese señor hace meses que dejó de estar en la nómina del banco, y a él le importó tu situación???? ¿No verdad?, entonces ¿porque tiene que importarte a ti su opinión? Ese señor se va a ir definitivamente a su casita de 2 pisos, con su carrito último modelo, con su nevera bien llenita de comida, viajando cada cuatro meses a Europa y te va a dejar ahí aguantándote un sueldo miserable, con un ambiente de trabajo pésimo y con una ulcera que no se te va a quitar porque todos los días vas a decir: ¿para que me quede? Ni un llaverito con la torre Eiffel te va a traer porque ni se va a acordar de ti ni de tu lealtad ni la consideración que le tuviste. ¡La única persona con la que te debe dar dolor y consideración y a la que no debes fallarle nunca es a ti misma! ”

Ana lo pensó, y aunque a veces sus sentimientos y el no hacer sentir mal a los demás la dominaba, esa vez me hizo caso. A los dos días les dijo a los de la Junta Interventora que se metieran su oferta paupérrima por donde no les daba el sol (claro, se los dijo de manera muy política, ella siempre fue toda una dama). Al jefe se lo dijo de la misma forma (con menos diplomacia, pero conservando el respeto) y al mes ya estaba trabajando en una trasnacional, con un sueldo 3 veces mayor al que le habían ofrecido en su anterior empleo y los beneficios en euros que la empresa española le ofrecía. Eso fue hace más de veinte años, y aunque al final, la empresa la trasladó a Europa, todavía somos amigas y no hemos perdido el contacto. Siempre me dice “Mi Pini, cada vez que termino de cepillar mis dientes, me seco la cara y me veo en el espejo y no solo me veo a mi misma, te veo a ti a mi lado diciéndome “la única persona a la que no debes fallarle es a ti misma, y después de aquella vez, nunca más me he fallado”. Por cierto, esta línea es para ti… te quiero “Ana”, ¡sé que me estas leyendo!



Para cambiar el escenario laboral, les contaré una anécdota de mi adolescencia. Estaba cursando 4º año de bachillerato en un colegio de señoritas. Como era nueva, no tenía muchas amigas y digamos que el 99% de mi salón no me quería nada jajajaja. Si… saquen cuenta… solo tenía una amiga, se llamaba Delia, tampoco era la mata de la simpatía, ella era muy tímida y al quedar a mi lado como compañera de escritorio, no le quedó más remedio que conocerme y bueno.. el tiempo se encargó de que nos lleváramos muy bien. El caso es que las dos chicas que se sentaban delante de nosotras eran de ese grupito que les encantaba hacer “bullying discreto”, esas que no son capaces de decirte las cosas en la cara y que te sonríen “amablemente” dejando ver con claridad que de tener la oportunidad de despellejarte viva lo harían. Yo soy una sobreviviente, desde muy pequeña y gracias a Dios he sabido como manejarme dentro de este tipo de situaciones sin demostrar si me afecta o no, devolviendo exactamente la misma “amable” sonrisa.

Un día estábamos en clases de latín y la profesora Paquita (así se llamaba) nos mandó a buscar unas cosas en nuestro diccionario de Latín. Como dije, delante de mi estaban estas dos chicas, una era extremadamente delgada y se creía el bombón de la clase, (Delia y yo le llamábamos “Huesitos” por una bebida láctea de la época donde aparecían esqueléticos bailando), la otra era la líder de uno de los grupitos del “Pinas Bullying Fans” y realmente no recuerdo su nombre, llamémosle María. Pues resulta que María y Huesitos dejaron sus diccionarios en casa. Habiendo otras 28 chicas en el salón con las que se la llevaba genial, María decidió voltear y decirme “Porfa, préstame tu diccionario” y acto seguido, sin esperar respuesta puso sus manos en mi libro, dispuesta a llevárselo. Mi respuesta en ese momento, muy seria fue un simple: “No”. Los ojos de ambas se abrieron como dos huevos fritos y Delia casi se ahoga de la impresión. María con incredulidad, como si no pudiera digerir todavía mi respuesta me dijo “¿perdónnnn????” A lo que respondí nuevamente, inmutable mirándola a los ojos: “No”.

Alejé tranquilamente mi diccionario de sus manos y me dispuse a continuar con mis ejercicios. No sé cuánto tiempo estuvieron mirándome, sé que cuando se voltearon cuchicheaban entre ellas, indignadas porque Delia y yo teníamos nuestros libros y no le podíamos prestar uno. En este caso en particular, la situación no iba a empeorar por mi respuesta, ni ellas se iban a convertir en mis amigas por hacerles el favor. La enemistad entre nosotras había estado clara desde un principio, así que aquel “favor” fue simplemente una provocación, y una manera demostrar su poder sobre mí.



Pero… ¿que habría pasado si yo hubiera cedido? Pues que a estas alturas si que me acordaría del verdadero nombre de María, pues mi ulcera formada por todo aquello que no dije, se encargaría de recordármelo. Tendría pensamientos como “¿Por qué si me odia me lo pidió justo a mi? ¿Por qué no se lo pidió a sus amigas que viven molestándome? ¿Por qué no le dije que no? ¡Es una descarada!, etc…

En estos casos no se necesita insultar ni justificarse y mucho menos ponerle alternativas al agresor. Nada de “ve a pedirle el diccionario a tu abuela” o “¿si te caigo mal, para que me lo pides? Ni mucho menos “¿porque no se lo pides a una de tus amigas?” Aunque es lo que provoca, eso no importa, una respuesta clara, corta y sencilla es suficiente para dejarle los ojos dando vueltas a quien esperaba otra respuesta de ti. Ven… hasta se me dibujó una sonrisa contándoles la anécdota y recordando la cara de María y Huesitos. ¡Esos son los recuerdos que vale la pena atesorar! Jajaja.



¿Pero que pasa si la persona que está abusando de tu amistad o confianza es alguien cercano, como un familiar o una buena amiga? En ese caso diría que hay que analizar que tanto nos molesta esa actitud. Por ejemplo, si tu mejor amigo es de los que vive poniéndote en situaciones incomodas como decir que estaba contigo cuando en realidad estaba en otro lugar sin siquiera preguntarte antes de hacerlo, pues debes ser claro con él desde un principio. No te quejes con los demás sobre lo que hace, porque eso no va a solucionar la situación. Explícale que va a llegar un momento en que te agarren desprevenido y vas a terminar respondiendo que no sabes nada. Si aun así lo vuelve a hacer, no te pongas a lanzarle indirectas o asumas que, si tú se lo advertiste, el DEBERIA, por ser tu amigo, tomar en cuenta lo que le dijiste. Si se da nuevamente la situación, responde exactamente como le advertiste que pasaría, aunque eso deje mal a tu amigo. Si te reclama pues díselo “yo te dije que me avisaras antes, que esto podía suceder, me agarraron desprevenido y no supe que responder” Te aseguro que no volverá a pasar.



Hay situaciones también en las que acabamos de conocer a alguien y aceptamos que nos digan cosas desagradables simplemente porque “no somos así”. Un ejemplo claro es cuando estas conversando con alguien nuevo por cualquier red social. Al estar detrás de un teclado, muchos se sienten más libres de decir cosas que en persona no lo harían. Entonces vemos casos donde dicen cosas, que lejos de agradar, terminan incomodando, o peor aún, salen y te mandan la foto de sus partes íntimas cuando tu ni siquiera se la has pedido. Aclaro, esto pasa en hombres y mujeres, el caso es que las féminas si nos quejamos a voz populi del asunto y pareciera que somos las únicas afectadas, pero no… a ellos también les pasa y no siempre les agrada (sin que esto ponga en duda su masculinidad, simplemente se rigen por otros criterios). Entonces, ante una conversación desagradable, muchos optamos por intentar desviar la conversación, otros somos sarcásticos y otros optamos por bloquear a la persona. Ya desde un principio se deben poner los límites, no tienes que tener “consideración” con alguien que está demostrando claramente que no te la tiene a ti. Si algo no te gusta DILO, sin adornos, porque sin adornos te están diciendo cosas que no te gustan, y si no funciona, pues el botón bloquear es la mejor opción. Si es así empezando a conocerse, imagina cuando se tengan confianza.



Lo mismo pasa con nuestras parejas. Aquí la cosa es más complicada porque las mujeres, aunque somos la representación física de la comunicación, al hacerlo en exceso terminamos confundiendo a los hombres, quienes todos sabemos que solo prestan atención a la mitad, de ahí solo sacan una síntesis y terminan haciendo todo lo contrario a lo que esperamos. Inversamente, los hombres suelen a veces ser un poco directos al momento de decir las cosas, claro.. cuando las dicen, porque muchos prefieren quedarse callados a empezar una discusión que saben que no van a ganar y que durará hasta después del apocalipsis.

Recapitulando, si hay algo que no nos guste, que nos haga sentir mal, y que empieza a alimentar un agujerito en el estómago, lo mejor es manifestarlo de la manera más clara posible. Como yo siempre digo, no llegamos a este mundo a ser infelices y está en nosotros construir y mantener nuestro entorno agradable, dentro de lo que el factor familia/país nos permita. Esto significa que si tu pareja es, por ejemplo, de los que no te deja hablar cuando están en una reunión porque siempre te interrumpe o no le importa mucho tu opinión, pues díselo, pero como decimos en Venezuela “claro y raspao”. No lo disfraces, no lo adornes, no le tires indirectas, porque él no lo va a entender (recuerda la síntesis). Si no lo haces de esa manera, vas a seguir carcomiéndote por dentro, quejándote con tus seres queridos (quienes te dicen a gritos lo que debes hacer pero que no escuchas) mientras prolifera la familia de Sr Ulcera y Sra Gastritis en tu estómago. Que no te de “cosita” “dolor” “pena” o cualquier sinónimo. Di las cosas claras porque al final, eres tú la que se va a enfermar si no pones un límite a estas cosas.

Y como siempre…. Mis recomendaciones.

Si eres de los que tu empatía va mas allá de tu amor propio, o no te gusta decir que no, o piensas que por negarte a algo vas a herir los sentimientos de la otra persona, a ser desleal, o quieres evitar conflictos, quizás estos consejos te sirvan.

1.- No te quejes solo por hacerlo y para que los demás te den ese apoyo que obviamente tú no te estás dando a ti mismo. Si realmente quieres cambiar la situación escucha y lleva a cabo el consejo que se adapte mejor a tu forma de ser. Evita argumentar intentando defender a quien te está molestando. Es mejor enfrentar el momento que quedarte sin dormir pensando en cómo le responderías y no hacerlo. Como siempre digo, no hay nada peor que vivir con la pregunta “Y si hubiera…”.

2.- Si la situación es muy grave y tu negativa podría traer consecuencias desagradables, pues busca consejo de un profesional. Un psicólogo o un orientador podrían ayudarte muchísimo. Ellos suelen ver las cosas de manera más objetiva y poseen más herramientas para ayudarte a enfrentar el problema y guiarte para un desenlace satisfactorio.

3.- Lee, si, lee libros de autoayuda, pero eso si, de gente calificada. Hay un libro que no me canso de recomendar. Se llama “como mandar a la gente al carajo en 10 practicas lecciones” del Psicólogo Clínico Cesar Landaeta. Yo había leído el libro mucho antes de conocerlo personalmente y me encantó. Su manera de abordar las diferentes situaciones es bastante sencilla, sin palabras rebuscadas y de fácil lectura. Tiene otros libros excelentes como “Esos monstruos adolescentes”, “Maten al príncipe azul”, “No sea usted tan pendejo”, entre otros. Actualmente tiene un blog y comenzó a tocar los temas escritos por el libro que les estoy comentando. Aquí les dejo el link de su blog donde pueden encontrar toda la información al respecto y conversar de manera directa con él.

http://cesarlandaetah.com/

4.- Deja de pensar que. si tú eres bueno con los demás, los demás también lo serán contigo. Como decía mi terapista holístico: “La vida te enseña desde pequeño que a veces la gente actúa de cierta manera sin ninguna razón. Es como cuando tienes cuatro años y tienes una cesta con flores y se las muestras a todos diciendo: ¿mira que linda mi cesta? ¿Te gusta mi cesta? Y de pronto pasa un niño y le da un golpe a la cesta y se cae al suelo, y le preguntas: ¿porque lo hiciste? y responde: porque si. No todos van a actuar de la misma manera que tú, no todos van a apreciar lo que tu aprecias, en otras palabras, no todos son buenos como tú.

5.- Y por último, el mismo consejo que le di a Ana. Mírate al espejo y repite “a la única persona a la que no debo fallarle es a mí mismo” Si te has dado cuenta que alguien está abusando de ti y lo sigue haciendo es porque tú se lo estas permitiendo y eso seguirá pasando hasta que seas tú mismo quien lo detenga. Los superhéroes que ayudan al desvalido solo están en las películas, en la vida real, el único superhéroe que puede salvarte eres tú mismo.

Si te gustó el artículo, regálame un “Me gusta”. Si tienes alguna anécdota relacionada con este tema, ¡cuéntamela! Siempre respondo todos los mensajes. Si tienes algún conocido que pienses que le pueda servir lo que escribí, compártelo, y si tienes algún otro consejo que quieras que agregue al artículo, pues dímelo y lo modificamos.

¡Un beso y hasta la próxima semana!!!!

Fuente: este post proviene de El Blog de Rosa Lo Turco, donde puedes consultar el contenido original.
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