LA EXPERIENCIA DE DOM PÉRIGNON P2 2000: JUEGO, FASCINACIÓN, SEDUCCIÓN

Champagne


Desde los orígenes, Dom Pérignon persigue un ideal formado por conceptos claros y sencillos. Su compromiso con ser exclusivamente un vino de añada es incuestionable, supera la simple consideración de la calidad. Bajo un clima tan extremo y limitado como el de la región de la Champagne, crear añadas es un reto, más aún, cuando Dom Pérignon es la esencia de la creación.  Hoy, después de pasar 16 años de maduración lenta, el momento de liberar la Segunda Plenitud P2 de la añada 2000 ha llegado. Cada nueva añada de Dom Pérignon sigue su propio camino. En estos primeros estadios donde la Segunda Plenitud se encuentra en el punto de relevarse, la necesidad de ampliar horizonte más allá del vino se hace sentir, se traduce en una narración gastronómica. Aquí, la experiencia de Dom Pérignon P2 2000 evoca un universo de sensaciones táctiles y de vibraciones sincrónicas con el dinamismo de su burbuja.

Dom Pérignon


El tiempo adicional sobre las lías aparece y aporta más intensidad y cremosidad. La redondez en el paladar se transforma en más larga. La armonía de Dom Pérignon P2 2000 resuena en ingredientes, en platos y en una experiencia que revela cada una de sus facetas: mineral, yodado, tostado. Dom Pérignon P2 2000 habla entre otros al confitado y a la suavidad, aun mundo vegetal y floral, al frescor de la fruta. Nace entonces el contínuum donde las estructuras y las texturas se armonizan y conservan perfectamente para alcanzar la percepción más elevada y singular de Dom Pérignon P2 2000.

Dom Pérignon


EN NARIZ. El buqué es maduro, tónico y generoso. Los aromas cálidos a grano y brioix se mezclan con los de la bergamota y frutos de hueso maduros. El conjunto respira en acentos grises ahumados.

EN BOCA. Vibrante, el ataque se afirma directo, preludio de una complejidad más táctil que carnosa, que sólo se muestra de manera gradual. La viscosidad está contenida y no hace más que adaptarse a los límites del vino. La longitud es exquisitamente amarga y vegetal, donde se mezclan el regaliz y la malta tostada.

MARIDAJE. Vieiras crudas, para que su redondez satinada encaje con la parte táctil del vino. El placer se despliega con un granizado de almendras y caviar que hace resonar la cremosidad de Dom Pérignon P2 2000, casi necesario para compensar la textura grasa y amplia de ambos ingredientes. Al final, el mundo vegetal de Dom Pérignon P2 2000 entra en consonancia con el frescor de platos donde predominen los cítricos.

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