Downrange, maldita carretera

Como le decía Bilbo a Frodo en su casa hobbit de Bolsón Cerrado ...Pones tu pie en el camino, y si no cuidas tus pasos, nunca sabes a dónde te pueden llevar. Con este sabio podemos iniciar el visionado de Downrange, sus personajes ponen un pie en el camino y, al igual que el espectador, no saben dónde les va a llevar. Dirigida por Ryûhei Kitamura, director de El vagón de la muerte, película basada en el relato corto The Midnight Meat Train del escritor Clive Barker (Hellraiser) en la que el realizador japonés ya mostraba lo excesivo, violento y visceral que puede llegar a ponerse, en Downrange Kitamura vuelve a hacer uso de esa violencia en contadas secuencias para dejar sorprendido al fan del terror.

El prólogo de Downrange, no ofrece grandes explicaciones más allá de lo justo y necesario para poner in situ a los personajes cumpliendo con lo que promete la sinopsis, matanza. Los personajes son presentados tan fugazmente y con detalles tan básicos sobre su personalidad, que no empatizamos con ninguno de ellos, no sabemos de dónde vienen ni a dónde van exactamente, pero no nos importa lo más mínimo.
En realidad, todos cumplen su finalidad, el de pequeñas figuras de feria dispuestas a ser derribadas por un habilidoso francotirador, en eso, la película cumple a la perfección, todo lo demás es puro relleno que no nos va importar un pimiento.


Lo único que sabemos de ellos es que cumplen con los estándares más actuales de la sociedad moderna, viajan en coche compartido y publican su vida en las redes sociales. Los pequeños detalles que revela cada personaje durante su ardua aventura bajo el flameante sol en el árido paisaje, son intrascendentes para la continuidad argumental del film, que es tan resumible como la propia sinopsis indica.

Atrapados en mitad de una carretera de las montañas, un grupo de amigos se convierte en el objetivo de un francotirador.

En apenas diez de película ya estamos metidos en el meollo, sobrevivir al peligroso francotirador, situación que, en este caso, es muy de agradecer con la poca empatía y las actuaciones. Con un único escenario, la carretera desierta, Downrange acaba siendo una película tremendamente sencilla y con pocas posibilidades de desarrollo argumental, aunque, en dicha sencillez reside el espectáculo y el poco atractivo principal.
Pero no creo que por el simple hecho de haber contado con un único escenario, sea éste el principal handicap de Downrange. Sin ir muy lejos, tenemos Buried de Rodrigo Cortés que también cuenta con un único escenario y nos ofrece una ejecución artística más que notable.


En el amplio universo cinematográfico no es la primera vez, ni la última, que se utiliza la figura de un letal francotirador como motor principal e impulsor dentro de la historia, buenos ejemplos son Tower Block de Ronnie Thompson o la reciente The Wall de Doug Liman. Aunque, personalmente, las encuentro mejor resueltas y desarrolladas que Downrange, que solamente nos acaba ofreciendo un espectáculo centrado en su parte más visual que en la argumental o el desarrollo de cada personaje, que utiliza como un simplemente relleno de minutos en el film.

No podemos decir que Downrange nos ofrezca una idea original, por que no lo hace. Sin embargo, entre sus distintas carencias, me parece un film resolutivo y entretenido dentro de su categoría y que cuenta con un desenlace inesperado y maravillosamente absurdo. Precisamente ese desenlace totalmemente loco y con una media hora final descontrolada, ha conseguido que el resto no me parezca tan aburrido.

Sin hablar de las decisiones que toman los personajes, que se pueden justificar con aquello de que, en situaciones peligrosas no somos capaces de pensar con suficiente claridad, uno de los puntos más flacos de Downrange es que carece de unas interpretaciones sólidas y suficientemente creíbles. Con unas mejores actuaciones y unos diálogos mejor perfilados en el guión (algunos son realmente vergonzosos), la película habría ganado bastante intensidad emocional y mayor empaque dentro del género. Incluso, para los más cinéfagos podría haberse llegado a convertir en una joya de videoteca.


Lamentablemente, el reparto de actores sobreactuan hasta el paroxismo, restando así cualquier atisbo de tensión o contundencia (que no sea la visual de las propias escenas), en lugar de fomentarla. La pésima dramatización por parte de los actores junto con la exageración de unos efectos especiales tan cafres (en el buen sentido de la palabra) deudores del cine gore, donde Kitamura apuesta por el rojo sangre más clásico cercano al giallo para ofrecer tan sendo espectáculo visual, nos deja una película próxima al humor negro y de tonalidad bastante paródica en su mezcolanza de survival/thriller. Siendo realistas, a pesar de la sencillez argumental, la película tiene potencial suficiente si contase con una puesta en escena e interpretaciones menos pésimas.


Downrange no es una película para ir buscando realismo, coherencia o credibilidad, definiciones de las que peca muchísimo y que hace que se sostenga con pinzas. Si cuestionamos aspectos como los ángulos de tiro y otros aspectos relativos a las características y habilidades de los personajes, Downrange se desmonta ella solita. De todas maneras, en su favor, puedo decir que el guión escrito por Ryûhei Kitamura y Joey OBryan se las apaña de forma medianamente ingeniosa para dar continuidad argumental a una idea tan simple y poco desarrollable.


En cuanto a la banda sonora compuesta por Aldo Shllaku, consigue buenas sensaciones en las partes más sosegadas y tranquilas con melodías más armónicas que generan suspense, pero cuando éste intenta realzar la tensión, suena demasiado apabullante y su partitura sobrepasa el grado de tensión visual que se está representando en la secuencia. En definitiva, Downrange es una película que se disfruta sin pretensiones y sin cuestionar la credibilidad de sus situaciones que a los pocos minutos de película ya nos deja bastante claro que no juega en la liga de lo serio y profundo, más bien todo lo contrario.