Hoy tenía la mañana para ella, él había ido a recoger a Léa a casa de la hermana de la abuela de la niña y comerían allí.
Decidió ir a desayunar a la cafetería de Amélie donde se pidió un tazón de café y unas tostadas con mantequilla y mermelada.
París era una ciudad increíble, con unos monumentos, edificios y lugares de ensueño, pero lo que la había enamorado eran los desayunos en esas cafeterías tan bonitas que había por doquier.
Decidió pasarse por la tienda de antigüedades que había en la Rue Ravignan. Estaba mirando el escaparate de la tienda cuando observó que había dos reflejos de ella misma pero con algunas diferencias.
Cerró los ojos y los volvió a abrir, encontrándose solo con su reflejo, el otro había desaparecido. Se giró y vio que una mujer con el mismo gorro que había visto en el reflejo iba calle abajo y giraba a la izquierda.
Pensó que seguro había sido un efecto de su imaginación, un error o su subconsciente, pero tenía que seguir a esa desconocida para comprobar que su mente le había jugado una mala pasada.
La desconocida entró en una tienda de ropa con fachada blanca de la Rue des Abbesses y cuando iba a abrir la puerta, una mano tocó su hombro llamando su atención. Al girarse, se sorprendió al ver quién era.
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