Bajo el bisturí.

Under the knife circa 1900

No recuerdo cuando fue el primer momento en que noté su presencia. Lo palpé de casualidad. Un pequeñísimo bulto situado junto a la parótida –glándula salival en el ángulo de la mandíbula- izquierda e imperceptible a la vista.

Era tan pequeño que incluso dudé de su presencia. ¿Esto es nuevo? ¿Estaba aquí desde antes pero nunca me había dado cuenta? Será un bulto de grasa, ya hay bastante alrededor de la cintura y estará buscando nuevos horizontes. O quizás un quiste pero nada más. Así que puede esperar, tengo cosas más urgentes que hacer. Postularme al Premio Darwin, por ejemplo.

No se me pasa por la cabeza que la mortandad pueda estar a la vuelta de la esquina. Ni por un segundo.
Me olvido durante un tiempo hasta que vuelvo a reparar en aquello. Ah, si. El bulto de grasa. Que sigue ahí cuando me he vuelto a rascar en el mismo sitio de nuevo por casualidad. Comienza a parecer la clase de problema que no se puede ignorar. Susto o diagnóstico.

Las primeras visitas al médico van bien. El de cabecera, un argentino apellidado Bocanegra y que ya solo por eso me cae simpático, me envía al otorrino. La otorrino, que me cae menos simpática y la que se le nota a la legua que su empatía con el paciente bascula de nada a menos, me envía a otro centro a realizar una ecografía.
Cuando recojo la ecografía escucho por primera vez la palabra tumor en boca de una doctora y referida a mi. El corazón se me para, el estómago se me encoje y las piernas me tiemblan, todo a la vez. La doctora se debe percatar de mi cara de acojono y procede a explicarme:- En lenguaje médico llamaos tumor a cualquier bulto que aparezca en cualquier parte del cuerpo. Sin importar la causa o en que se termine convirtiendo.
- Hija de puta -pienso yo- ¿no podías haberte explicado al revés?
Mi segundo pensamiento es que si esto no será una de esas cosas en las que no tienen valor de decirte que tu futuro pinta negrísimo y se van pasando la pelota de médico en médico. Algo como…
- A ver quien le dice a este pavo lo que le queda.
- 4 días, como quien dice. Y ninguno va a ser bueno.
- ¿Para qué seguir, verdad?
- Quimioterapia, radioterapia, operaciones, extirpación de la glándula y parte de la mandíbula, llagas e infecciones a tutiplén, sentirse enfermo 24/7/365…
- Tampoco exageres, que no va a durar tanto.
- Pfffff… A mí también me da palo. Devuélvelo con la ecografía al médico de cabecera y que disfrute de su ignorancia un poco más.
- Que se lo diga Bocanegra.
Mejor controlo mi imaginación y vuelvo con la doctora “pa que llamar a lo que tienes con algo distinto al equivalente coloquial de “te vas a morir””.
Por la forma, no es malo. Dice la doctora, como para convencerme.
No me suena como un argumento muy aplastante. Más cuando miro la ecografía y la única forma que aprecio es un borrón. A mí me da la impresión que de ahí podría salir cualquier cosa con la resolución adecuada.
Me da un nombre. Adenoma Pleomorfo.

adenoma pleomorfo

Adenoma joputa pleomorfo.

Me voy a casa y hago lo que cualquier tipo hecho y derecho. No le cuento nada a nadie. Ni pareja, ni hermano, ni madre ni amigos. ¿Para qué preocuparles? Siempre hay tiempo para dar malas noticias y además puedo manejarlo. Claro que sí. Se lidiar con mi mierda.
Unas horas después me encuentro por primera vez con lo que debe ser un ataque de ansiedad. Mi corazón es un festival de arritmias, el frio se me está comiendo por todos los lados y, sobre todo, hay una frase que no sale de mi cabeza y se superpone a cualquier otro pensamiento con el que intento ocuparla:
¿Y sí…?
Llamo a un amigo. Le cuento la historia y el hace su mejor intento por tranquilizarme. Por enésima vez, aunque no me quiera dar por enterado, compruebo que compartir alivia.El Doctor Bocanegra.

Vuelvo con la ecografía al Doctor Bocanegra esperando que mi sentido del humor no me juegue una mala pasada. Hay que hacer pruebas para ver la clase de tumor que es. En un gesto que agradezco íntimamente echa mano de un vademécum para hablarme de lo que me puedo encontrar exactamente. Los hechos, sin espacio para interpretaciones.
El comparte la opinión de que ese estúpido borrón no tiene aspecto de poder impedir que vea la próxima Star Wars y las que sigan. Pero a mí me sigue pareciendo la versión ecográfica de un test de Roscharch en el que cada uno puede entender lo que de la gana. Me explica que un adenoma pleomorfo tiene el inconveniente de poder crecer con el tiempo, dejarse apreciar a la vista y causar ciertas incomodidades como presionar nervios faciales. Y por eso es conveniente deshacerse de él. Que solo en un 10% de los casos es un tumor maligno.
Un 10%. Si me dicen que esas son mis posibilidades de ganar el Euromillón ya me estaría comprando bañador nuevo para unas vacaciones en las Bahamas.
Doctor Bocanegra me da un consejo que a partir de ese momento voy a escuchar en cada una de mis visitas médicas:
- No te pongas a mirar que es esto en Internet.
Tengo más cabeza que eso. Autoinformarse sobre ciertas cosas me parece tan arriesgado como automedicarse. Además, las imágenes de Google las carga el diablo.
Resulta que a quien es más difícil de engañar es a una madre. Y aunque yo soy parco en detalles rápidamente se da cuenta de la situación. Lo primero que hace es ponerse a buscar el adenoma pleomorfo en Internet, claro.
La ECOPAF, la resonancia y el problema del nervio facial.

Tengo suerte y el lugar de dar con un documental de History Channel contando que el tumor de parótida es un asesino biológico perfecto desarrollado por el III Reich en los tiempos de Jesucristo encuentra información que confirma lo comentado por la doctora “¿Empatía? ¿Qué es eso?” y el Doctor Bocanegra que la tranquiliza. A mi también. El paso siguiente es una ECOPAF. Para los iletrados en temas médicos como yo, biopsia.
Cuando diez días más tarde voy a recoger los resultados de la misma llevo los huevos por corbata.
No hay células atípicas, dice el informe. Al parecer, es la fórmula que se utiliza en estos casos. Si hay células atípicas, es cuando tienes un problemón.
Dando saltos de alegría vuelvo a la otorrino que me recomienda un cirujano para extirpar al pequeño bastardo. Bocanegra me confirma que es una buena recomendación y aunque mi madre me cuenta que tiene opiniones negativas en Google tiro para adelante. Puto Google.
La verdad es que no es un alarde de simpatía pero se supone que es la leche con el bisturí. Me manda una resonancia que confirma los buenos augurios anteriores y me informa de la complicación que puede tener la operación: el adenoma está tocando un nervio facial y éste podría verse dañado en la intervención.
El nervio es como un cabello de fino y se extiende a lo largo de ese lado de la cara para controlar el movimiento de la sonrisa. Si se viera afectado no podría sonreír con el lado izquierdo. Cuando te lo dicen después de confirmarte que el tumo no es maligno, parece poca cosa. Conforme se acerca la intervención comienza a parecer una putada de mayor calado.
Un 5% me dice el médico, las posibilidades de que salga mal.Bajo el bisturí.

Me encuentro ya sin calzoncillos y vestido con la bata de hospital que por algún extraño motivo debe dejar el culo al aire. ¿Tan difícil es hacer unas batas que se aten por delante como las de baño? ¿Por qué tiene que ser precisamente el trasero lo que debe quedar tan accesible cuando uno se encuentra anestesiado en la sala de operaciones? Me imagino un mundo al revés en el que la gente usa batas como la de los hospitales en su vida cotidiana y en los hospitales las normales. Sería distinto, desde luego.
Mientras divago recibo una llamada que tiene que ver con éste post. Perfect Timing. La enfermera entra en la habitación y me dice que tengo que subirme a la camilla. Le explico a mi interlocutor la situación en la que estoy y quedo en llamarle la semana siguiente.
Me trasladan por el pasillo y me sorprendo confundiendo lo que veo con decenas de películas. El clásico POV desde la camilla al techo en movimiento mientras te cruzas con puertas, puertas dobles y algunas caras. Me viene a la cabeza La escalera de Jacob. Y eso que no la he vuelto a ver desde 1990.
Me dejan en una especie de sala de espera en la que comienza a hacer un frio que pela y me cambio a otra camilla. De allí paso a algo llamado Sala de Reanimación. No es el más alentador de los nombres.


Sala de reanimación guay. En la que yo estuve era más pequeña, más cutre, con menos luz y un frío de narices.
Nuevamente y a falta de experiencias anteriores, me siento como en una película. La cosa es entretenida al menos y contribuye a disipar mi nerviosismo. Me pinchan una vía de considerable tamaño en el antebrazo izquierdo mientras yo hago como que ni me entero y me ponen un sensor en el dedo corazón de la mano correspondiente. Me giro y veo un monitor con mis constantes. Mi primera impresión es que son irregulares pero probablemente sea mi nervios. Contengo la respiración para comprobar si eso afecta a lo que muestra la pantalla peros se mantiene estable. Cuando me harto de contener la respiración y vuelvo al ritmo habitual es cuando veo de nuevo algunos cambios. ¿Esto tiene un delay? No jodamos.

Vuelve la enfermera y charlo con ella sobre vecinos pesados que nos ha tocado padecer. Y entran a una paciente en la sala de reanimación que ahora comienza a hacer honor a su nombre.
Es una chica joven tapada hasta el cuello en mantas y con un apósito de grandes dimensiones sobre la nariz. Se ha debido meter una hostia del copón, pienso. El detalle tétrico es como le tiembla la mandíbula a la joven. Frenéticamente, como si estuviera más pa´allá que pa´aca.
La sitúan frente a mi. La muchacha no está completamente inconsciente y habla pidiendo mantas. Dice que tiene frío, mucho frío. Varias enfermeras se agrupan en torno a ella y le dicen que es normal.
Una de las enfermeras se percata de hay un curioso enfrente y comienza a extender un biombo. Mientras las enfermeras comienzan a manipular los vendajes sobre la cara. Ella sigue balbuceando. Vas a quedar muy bien, le dicen. El pecho, también, ya verás.
La muchacha que me parecía una paciente cero de World War Z tan solo se ha operado la nariz y las tetas. Jamás pensé que requiriera tanto sacrificio el tema.
Al cabo de media hora me llevan a la sala de operaciones y me sitúan en el centro. Es una sala sorprendentemente despejada y sin instrumentos de tortura a la vista del paciente. Un diez para quien pensó que era conveniente. Hace más frio que en la anterior. O será el no llevar ni calzoncillos.
Me saluda el doctor, me ponen la máscara de la anestesia, me aseguro con un sutil movimiento de que mi bata tan cerrada cómo es posible por detrás y zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz…
Entre que entré en el quirófano y me regresaron a mi habitación pasaron como un par de horas. El despertar fue progresivo e irregular. Entreabro un poco los ojos, me doy cuenta de que hay gente a mi alrededor y me sumerjo de nuevo donde estaba. Así varias veces.
¡Ouch! Cuando comienzo a ser consciente donde estoy lo primero que siento es una tirantez de la hostia tras la oreja.
Under the knife adenoma pleomorfo

No quiero ni pensar en cuando me tengan que quitar las grapas.

¡Hey, puedo sonreir.!
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