A solas en París

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¿Cuántas fotos puedo tener de París? ¿Mil? ¿Dos mil? No me parecerían muchas si fuese así, o si hubiese sido así en algún momento, teniendo en cuenta la estrictísima criba que llevo a cabo cada vez que vacío la cámara en el portátil. De todas formas, cuando llegué allí en septiembre, con la réflex y la cámara de vídeo a cuestas, me pareció que ya lo había visto y fotografiado todo. Estaba como loca por grabar mil cosas, por inmortalizar mi primer viaje a solas de una manera diferente. Dos horas y media de vídeos después creo que me equivoqué. No porque hubiera cosas de las que quisiese tener más fotografías (no creo que haya nada en París que no haya fotografiado por lo menos dos veces) y desde luego no porque me incomodase ir con la camarita pegada a la cara, sino porque una vez en casa, en Madrid, delante de esas dos horas de mi cara pasando por distintos lugares o grabando el chaparrón infernal que me calló mientras estaba de vuelta en Francia, no podía dejar de pensar que a quién le importaría lo que hubiera hecho o dejado de hacer allí. Desde luego, me gustan bastante los vlogs de viajes pero de ahí a tener que editar el mío propio hay un trecho. ¿Qué quito? ¿Qué dejo? ¿Cómo puedo ser tan sumamente brasas? ¿A dónde voy con esos pelos? No sé, cosas así. Que lo que me gusta a mí no es hacer vídeos por hacer, es haceros reír, simple y llanamente. Y allí plantada en medio de Versailles, con el culo helado esperando en la cola para entrar, muy graciosa no estaba, la verdad.
Total, que lo más probable es que no haya vídeos de París, y estas son las únicas pruebas fotográficas de mi primer viaje en solitario.
Visto en perspectiva, la verdad es que ha sido un buen viaje. Intenso. Intenso nivel lágrimas como puños (y sí, eso también está grabado). Ni muy corto ni muy largo, al fin y al cabo iba a lo que iba (a ver Versailles, y a hacer el paseo Trocadéro-Louvre, ¡petits, por favor! ¡Ah! Y a grabar el Q&A sobre mi Erasmus en París). Y no es que no haya sido interesante o no me hayan pasado mil cosas (como cuando vivía allí, pero concentrado), sino que cuando he llegado aquí he sentido que ha sido un viaje para mí. Y creo que no quiero compartirlo, por lo menos no de momento.
Lo que sí voy a compartir con vosotros es lo fantástico que ha sido viajar sola. Sin horarios, sin tener que depender de lo que quiera o necesite otra persona. Sé que suena egoísta, pero ninguna ciudad se vive igual a solas que acompañado; y sí, París es la ciudad del amor, pero puedes enamorarte de ella sin tener que ir de la mano de nadie. Ahora bien, ¿volvería allí? Yo creo que no. No en bastante tiempo, por lo menos. He visto, hecho, dicho y sentido todo lo que necesitaba y debía allí. De hecho más de todo eso de lo que la mayoría de españoles verán, harán, dirán y sentirán en esa ciudad. ¿Volvería a viajar sola? Sin duda alguna.
Hace unos días, este post terminaba con algo como: «El único problema a día de hoy, es que es posible que haya encontrado a alguien que va a querer acompañarme a todos los rincones del mundo que quiero conocer. Y eso es muy bonito. Y me asusta mucho. En todo caso, esa es otra historia».
Ahora mismo creo que eso era demasiado optimista y os confirmo y que mi próximo destino es Berlín.
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P. D.: Lo sé, ni dos posts ha durado. Para que veáis el ojo que tengo eligiendo.
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